Aunque se vista de seda la mona, mona se queda. El refrán lo dice así: yo también lo digo aquí; y con eso lo verán en fábula y en refrán.
Un traje de colorines, como el de los matachines, cierta mona se vistió; aunque más bien, creo yo que su amo la vestía, porque difícil sería que tela y sastre encontrase. El refrán lo dice: pase.
Viéndose ya tan galana, saltó por una ventana al tejado de un vecino, y de allí tomó el camino para volverse a Tetuán. Esto no dice el refrán; pero lo dice una historia, de que apenas hay memoria, por ser el autor muy raro; (y poner el hecho en claro no le habrá costado poco.)
Él no supo, ni tampoco he podido saber yo, si la mona se embarcó, o si rodeó tal vez por el istmo de Suëz. Lo que averiguado está es que al fin llegó allá.
Vióse la señora mía en la amable compañía de tanta mona desnuda; y cada cual la saluda como a un alto personaje, admirándose del traje, y suponiendo sería mucha la sabiduría, ingenio y tino mental del petimetre animal.