Ayer por mi calle pasaba un borrico, el más adornado que en mi vida he visto.
Albarda y cabestro eran nuevecitos con flecos de seda rojos y amarillos.
Borlas y penacho llevaba el pollino, lazos, cascabeles, y otros atavíos.
Y hechos a tijera, con arte prolijo, en pescuezo y anca dibujos muy lindos.
Parece que el dueño, es, según me han dicho, un chalán gitano de los más ladinos, vendió aquella alhaja a un hombre sencillo; y añaden que al pobre le costó un sentido.
Volviendo a su casa, mostró a sus vecinos la famosa compra, y uno de ellos dijo: Veamos, compadre, si este animalito tiene tan buen cuerpo como buen vestido.
Empezó a quitarle todos los aliños; y bajo la albarda, al primer registro, le hallaron el lomo asaz malferido, con seis mataduras y tres lobanillos, amén de dos grietas y un tumor antiguo que bajo la cincha estaba escondido.