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Un maldito gorrión así decía
a una liebre que una águila oprimía:
«No eres tú tan ligera,
que si el perro te sigue en la carrera,
lo acarician y alaban como al cabo
acerque sus narices a tu rabo?
Pues empieza a correr, ¿qué te detiene?»
de este modo la insulta, cuando viene
el diestro gavilán y la arrebata.
El preso chilla, el prendedor lo mata;
y la liebre exclamó: «Bien merecido.
¿Quién te mandó insultar al afligido,
y a más, a más meterte a consejero,
no sabiendo mirar por ti primero?»
( Autor: Samaniego).
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