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Hacen de él los pastores vil juguete,
para castigo de su intento necio.
bien merece la burla y el desprecio
el cuervo que a ser águila se mete.
El viejo me ha dictado esta patraña,
y astutamente así me desengaña.
Esa facilidad, esa destreza,
con que arrebató el águila su pieza,
fue la que engañó al cuervo, pues creía
que otro tanto a lo menos él haría.
Mas ¿qué logró? Servirme de escarmiento.
¡Ojalá que sirviese a más de ciento,
poetas de mal gusto inficionados,
y dijesen, cual yo, desengañados:
«El águila eres tú, divino Iriarte;
ya no pretendo más sino admirarte:
sea tuyo el laurel, tuya la gloria,
y no sea yo el cuervo de la historia!»
( Autor: Samaniego).
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