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Una perdiz en celo reclamada
vino a ser en la red aprisionada.
Al cazador la mísera decía:
«Si me das libertad, en este día
te he de proporcionar un gran consuelo.
Por ese campo extenderé mi vuelo;
juntaré a mis amigas en bandadas,
que guiaré a tus redes, engañadas,
y tendrás, sin costarte dos ochavos,
doce perdices como doce pavos.»
«¡Engañar y vender a tus amigas!
¿Y así crees que me obligas?
respondió el cazador; pues no, señora;
muere, y paga la pena de traidora.»
La perdiz fue bien muerta; no es dudable.
la traición, aun soñada, es detestable.
( Autor: Samaniego).
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