Y, en la noche silenciosa, Ulfeldt coge la mano de su esposa. Tiene las llaves de las puertas de la ciudad y abre una de ellas. Los caballos aguardan al exterior. Galopan a lo largo de la orilla, camino de la tierra de Suecia. -Volvamos la página, del mismo modo que la suerte vuelve la espalda a los dos. Es otoño, con sus días cortos y sus largas noches; gris está el cielo, y húmedo. El viento sopla frío aumentando por momentos su violencia. Ruge entre el follaje del bosque, las hojas vuelan al interior de la mansión de Peder Oxe, desierta y abandonada por su dueño. Y el viento silba sobre Chistianshavn, en torno a la morada de Kai Lykke; ahora es una cárcel. Él ha sido proscrito, infamado; su escudo de armas aparece roto, y su efigie cuelga de la horca más alta. De este modo han sido castigadas sus petulantes y ligeras palabras sobre la venerada reina del país. Aúlla el viento, volando por el solar abandonado donde se levantó la mansión del mayordomo imperial; hoy sólo queda de ella una piedra. «Lo arrojé como un guijarro sobre los hielos flotantes -dice el viento-; la piedra quedó varada en el lugar donde un día surgiera la Isla de los ladrones, maldita por mí; después vino a parar al palacio del señor de Ulfeldt, donde la castellana cantaba al son del laúd, leía en griego y en latín y llevaba erguida la cabeza. Ahora queda sólo la piedra con su inscripción: Para eterno ludibrio y vergüenza del traidor Corfitz Ulfeldt». -¿Dónde está ahora, la noble dama? ¡Hu-uihu-ui! -silba el viento con voz de nieve-. Lleva ya muchos años en la «Torre azul», detrás del castillo, donde las olas se estrellan contra la muralla cenagosa. En el recinto hay más humo que calor; la ventanita queda muy alta, junto al techo. La niña mimada del rey Cristián, la distinguida señorita, la noble dama, ¡qué pobre y miserable vive ahora! El recuerdo extiende cortinas y tapices sobre las paredes ennegrecidas de la cárcel. La mujer piensa en los tiempos felices de su juventud, en los rasgos bondadosos y radiantes de su padre; piensa en su magnífico viaje de bodas, en los días de su encumbramiento, en los de miseria en Holanda, Inglaterra y Bornholm. ¡Nada es demasiado gravoso para el amor verdadero! Pero entonces estaba él a su lado, y ahora está sola, sola para siempre. No sabe dónde está su tumba, nadie lo sabe. Lealtad al hombre fue todo su crimen. Pasó allí muchos y largos años, mientras fuera bullía la vida. Nunca se detiene, pero nosotros nos pararemos un instante a pensar en aquella mujer y en lo que dice la canción: Fui fiel al esposo en el honor, en la desgracia y en el gran dolor.
|