También yo soy oriundo de un país lejano; ya lo habrá notado usted en mi porte y en mi plumaje. Mi marido no es de mi casta; es del país. Mas no crea que yo sea orgullosa. Si alguien en este corral puede compararse con usted, ese soy yo, se lo aseguro. -Se le ha metido Portugal en la mollera -dijo un patito ordinario, que era muy chistoso; y los otros de su clase celebraron mucho su ocurrencia y se acercaron atropelladamente, gritando: «¡guac!». Enseguida trabaron amistad con el pajarillo. -La portuguesa habla bien, hay que reconocerlo -dijeron-. A nosotros las palabras nos salen con dificultad del pico, pero interés sí tenemos. Y si nada podemos hacer por usted, al menos no lo aturdiremos con nuestra cháchara; y eso nos parece lo mejor de todo. -Tiene usted una voz deliciosa -observó uno de los más viejos-. Debe de ser una gran dicha el poder hacer disfrutar a tantos. Yo confieso que el canto no es mi fuerte; por eso estoy con el pico cerrado, lo cual siempre vale más que decir tonterías, como tantos hacen. -No lo molestes -dijo la portuguesa-. Necesita descanso y cuidados. -Pajarillo, ¿quiere que vuelva a remojarlo? -¡Oh no, gracias, deje que me seque! -suplicó el interpelado. -Pues, para mí, la hidroterapia es lo mejor -observó la portuguesa-. La distracción es también un buen remedio. No tardarán en venir a visitarnos las gallinas de al lado; hay entre ellas dos chinas que llevan pantalones; son muy cultas y distinguidas, y además son importadas, lo cual las eleva mucho en mi concepto. Llegaron las gallinas, y con ellas el gallo, el cual estuvo muy cortés y no dijo groserías. -Es usted un excelente cantor -dijo, iniciando la conversación- y sabe sacar de su voz todo el partido posible, habida cuenta de lo débil que es. Ahora, que, para revelar la virilidad mediante la potencia del canto, le haría falta una fuerza de locomotora. Las dos chinas, al ver al pajarillo, quedaron embelesadas. Por efecto de la ducha recibida estaba el pobrecillo tan desgreñado, que se parecía mucho a un pollito chino. -¡Es encantador! -exclamaron, acercándose para entrar en relación con él. Hablaban cuchicheando y en la lengua de la «p», que es la usada por los chinos distinguidos. -Nosotras pertenecemos a su especie. Los patos, incluso la portuguesa, son aves acuáticas; seguramente ya lo habrá observado. Usted no nos conoce todavía, pero, ¡cuántas relaciones tenemos y cuántos están impacientes por conocernos! Vivimos entre las gallinas, aunque nacimos para ocupar una barra más alta que la mayoría de las demás.
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