Se diría que las hojas huelen aún. Se la dio la señorita del jardín de aquella casa noble. Y aquí está el nenúfar que él mismo cogió y regó con amargas lágrimas, la rosa de las aguas dulces. Y ahí una ortiga; ¿qué dicen sus hojas? ¿Qué estaría pensando él cuando la arrancó para guardarla? Ver aquí el muguete de la soledad selvática, y la madreselva arrancada de la maceta de la taberna, y el desnudo y afilado tallo de hierba. El florido saúco inclina sus umbelas tiernas y fragantes sobre la cabeza del muerto; la golondrina vuelve a pasar volando y lanzando su trino... Y luego vienen los hombres provistos de clavos y martillo; colocan la tapa encima del difunto, de manera que la cabeza repose sobre el libro... conservado... deshecho. (Autor: Hans Christian Andersen) |