Corriendo por toda la arena del desierto junto a la playa, el niño se apuraba por llegar a la cabaña de madera.
De pronto se acabo el camino y en la puerta de entrada dijo agitado.
- Buenos días Sr. Roche.
- ¡Oh! Que temprano amigo mío! Buenos días para usted también, pero no se quede ahí parado siéntese donde pueda.
- gracias señor – y se sentó junto a la ventana muy baja, desde donde se veía el mar muy lejos - buen lugar escogió usted.
- ¿para vivir? Bueno me gusta el mar y por la noche disfruto oír batir ola tras ola chocando sin parar.
- pero a veces esta solo…
- eso si, pero todo en la vida no se puede tener, el pájaro quisiera a veces nadar por las isla y la tortuga volar, y de cantar a todos nos gustaría, pero solo unos son los elegidos, otros piensan con acierto, y el mundo de maravillas, se vuelve diverso e inmenso ¿no lo crees?
El Sr. Roche tenía razón y por eso al niño le gustaba conversar con él pues aprendía de cada cosa que le decía.
- pero no me va a negar que es lindo tener de todo, juguetes, muchos juguetes, todos los juguetes del mundo.
- no lo creo así, si tuvieras todos los juguetes del mundo en esta playa ¿Qué harías tu?
- jugar, jugar y jugar y no me cansaría.
- si, ¿pero te imaginas las montañas de juguetes que tendrías?, serían miles y miles y aun mencionó a pocos y se perdería la playa y las plantas y los árboles solo con tantos juguetes.
- si, no lo había pensado, sería muy feo – pensó un momento- sí Sr. Roche tiene razón, pues no soñaría con el nuevo juguete ni con la llegada de mi padre cuando regresa a fin de mes de su trabajo y siempre me trae un nuevo juguete.
- ¡que bien dices! así me gusta mas.
- y ya me tengo que ir – se paró el niño.
- esta bien amiguito mañana nos vemos, ¿vendrás?
- seguro Sr. Roche, seguro, por la tarde de mañana nos vemos.
Y el niño salió corriendo por la playa camino a su casa contento de las cosas tan linda que le explicaba siempre el Sr. Roche.