Éstos formaban grandes nubes, como las plagas de langostas que azotan Egipto; y así fue cómo el quinto hijo se metió en el vasto mundo. -El viento del Este se me ha portado como un buen amigo y auxiliar -dijo. -Viento de Este y viento de Oeste, querrás decir -protestaron los vientos-. Hemos alternado los dos, pues de otro modo no habrías podido seguir rumbo Noroeste. Pero él no oyó sus palabras; lo mismo daba. Las aves dejaron ya de seguirlo. Algunas habrían empezado a encontrar aburrido el viaje. No había para tanto, decían. A aquel hombre iban a subírsele los humos a la cabeza. ¿Para qué volar detrás de él? Si esto no es nada, una verdadera estupidez. Y se rezagaron, y las demás no tardaron en imitarlas. Tenían razón: aquello no era nada. (Autor: Hans Christian Andersen) |