La angustia que experimentamos fue terrible, pero a los pocos momentos se recibió otro telegrama de los queridos viajeros, Federico y su esposa, anunciando su próxima llegada. Todos lloraban, y yo también, y el bisabuelo, quien, doblando las manos -estoy seguro de ello-, bendijo la nueva época. Aquel día el bisabuelo destinó doscientos escudos para el monumento a Hans Christian Örsted. Al llegar Federico con su joven esposa y enterarse de aquel gesto, dijo: -¡Muy bien, bisabuelo! Ahora te leeré lo que Örsted escribió, hace ya muchos años, sobre los tiempos viejos y los modernos. -Probablemente sería de tu opinión -preguntó el bisabuelo. -Puedes estar seguro -respondió Federico-, y tú también lo eres, puesto que has contribuido a su monumento. (Autor: Hans Christian Andersen) |