Allí está, y el Chaleco dice: «Ahora lo tengo en el bolsillo, en el bolsillo más hondo. No saldrá de él hasta que me prometa unirme a su hija, Guante Izquierdo. Yo le ofrezco la derecha». -¡Qué bonito! -exclamó Anita. Ahora contesta el viejo Cabeza de Pipa: A pesar de ser todo oído, me quedé tonto y sin eco. Mi buen humor se ha perdido y echo a faltar mi tubo hueco. ¡Ay! nunca me sentí tan infeliz como aquí. Vuélveme a la luz, y al instante te casaré con mi hijita Guante. -¿Se ha terminado? -preguntó Anita. -¡Dios nos libre! -contestó el padrino-. Sólo ha terminado para el señor de la Bota. Los enamorados se arrodillan; Lino canta: ¡Padre! Y el otro: ¡Ya puedes salir y a tus hijos bendecir! Les echa la bendición, se celebra la boda y los muebles cantan a coro: ¡Knik, knak, knak! Gracias, público amado. La comedia ha terminado. -Y ahora nosotros a aplaudir -dijo el padrino-. Así saldrán todos a escena, incluso los muebles. Son de caoba. -¿Crees que nuestra comedia es tan buena como la que han visto los otros en el teatro de verdad? -¡Mucho mejor! -dijo el padrino-. Es más corta, no ha costado un céntimo, y nos ha ayudado a esperar la hora de la merienda. (Autor: Hans Christian Andersen) |