Todos los personajes están en escena; así los tenemos ya reunidos. Yo haré de padre Cabeza de Pipa. Hoy está airado; ya se ve que es espuma de mar ahumada: -¡Tonterías y nada más que tonterías! Yo soy el amo en mi casa. ¡Soy el padre de mi hija! Atención a lo que digo. El Señor de la Bota es persona muy distinguida, tafilete por encima y espuelas abajo. Se casará con mi hija. -Atiende al Chaleco, Anita -dijo el padrino. Ahora habla el Chaleco. Tiene el cuello vuelto, es muy modesto, pero conoce su valor y está en su derecho al decir lo que dice: -Soy una persona intachable, y la bondad cuenta mucho. Soy de seda auténtica y llevo cordones. -Sólo los lleva el día de la boda; y cuando lo lavan, pierde el color -Esto lo dice el Señor Cabeza de Pipa-. El Señor de la Bota es impermeable, de cuero resistente, y, sin embargo, muy suave; puede crujir, chacolotear con las espuelas, y tiene cara de italiano. -Deberían hablar en verso -dijo Anita-. Quedaría mucho más bonito. -No hay inconveniente -asintió el padrino-. Cuando el público lo manda, se habla en verso. Fíjate ahora en la señorita Guante, que extiende los dedos: Antes quedar solterona que casarme con esta persona. ¡Ay, no lo quiero! ¡Oíd cómo se me rompe el cuero! -Tonterías. Esto lo dice el señor Cabeza de Pipa. Oigamos ahora al Chaleco: Guante, de ti me habría enamorado, aunque en España te hubiesen fabricado. Holger Dranske lo ha jurado. El señor de la Bota protesta, hace sonar las espuelas y derriba tres bastidores. -¡Magnífico! -palmotea la pequeña Anita. -¡Cállate, cállate! -dice el padrino-. El aplauso mudo demuestra que tú eres un público ilustrado, sentado en las primeras filas. Ahora la señorita Guante canta su gran aria: Mi voz se quiebra de emoción, y me saldrá un gallo del corazón. ¡Quiquiriquí, cantan en el balcón! -Ahora viene lo más emocionante, Anita. Es lo principal de la obra. ¿Ves? El señor Chaleco se abotona, y te dirige su discurso para que lo aplaudas; pero no lo hagas, es más distinguido. Escucha cómo cruje la seda: «¡Me empujan a una acción extrema! ¡Guárdese! Ahora viene la intriga: si usted es Cabeza de Pipa, yo soy la buena cabeza. ¡Paf! ¡Desaparecido!». ¿Ves, Anita? -dijo el padrino-. La escenificación y la obra son estupendas; el señor Chaleco agarró al viejo Cabeza de Pipa y se lo metió en el bolsillo.
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