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    Portada::Ménú General::Cuentos y Fabulas::Hans Christian Andersen

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       La pareja de enamorados. (1)
         
      

    Un trompo y una pelota yacían juntos en una caja, entre otros diversos juguetes, y el trompo dijo a la pelota:

    -¿Por qué no nos hacemos novios, puesto que vivimos juntos en la caja?

    Pero la pelota, que estaba cubierta de un bello tafilete y presumía como una encopetada señorita, ni se dignó contestarle.

    Al día siguiente vino el niño propietario de los juguetes, y se le ocurrió pintar el trompo de rojo y amarillo y clavar un clavo de latón en su centro. El trompo resultaba verdaderamente espléndido cuando giraba.

    -¡Míreme! -dijo a la pelota-. ¿Qué me dice ahora? ¿Quiere que seamos novios? Somos el uno para el otro. Usted salta y yo bailo. ¿Puede haber una pareja más feliz?

    -¿Usted cree? -dijo la pelota con ironía-. Seguramente ignora que mi padre y mi madre fueron zapatillas de tafilete, y que mi cuerpo es de corcho español.

    -Sí, pero yo soy de madera de caoba -respondió la peonza- y el propio alcalde fue quien me torneó. Tiene un torno y se divirtió mucho haciéndome.

    -¿Es cierto lo que dice? -preguntó la pelota.

    -¡Qué jamás reciba un latigazo si miento! -respondió el trompo.

    -Desde luego, sabe usted hacerse valer -dijo la pelota-; pero no es posible; estoy, como quien dice, prometida con una golondrina. Cada vez que salto en el aire, asoma la cabeza por el nido y pregunta: «¿Quiere? ¿Quiere?». Yo, interiormente, le he dado ya el sí, y esto vale tanto como un compromiso. Sin embargo, aprecio sus sentimientos y le prometo que no lo olvidaré.

    -¡Vaya consuelo! -exclamó el trompo, y dejaron de hablarse.

    Al día siguiente, el niño jugó con la pelota. El trompo la vio saltar por los aires, igual que un pájaro, tan alta, que la perdía de vista. Cada vez volvía, pero al tocar el suelo pegaba un nuevo salto sea por afán de volver al nido de la golondrina, sea porque tenía el cuerpo de corcho. A la novena vez desapareció y ya no volvió; por mucho que el niño estuvo buscándola, no pudo dar con ella.

    -¡Yo sé dónde está! -suspiró el trompo-. ¡Está en el nido de la golondrina y se ha casado con ella!

    Cuanto más pensaba el trompo en ello tanto más enamorado se sentía de la pelota. Su amor crecía precisamente por no haber logrado conquistarla. Lo peor era que ella hubiese aceptado a otro. Y el trompo no cesaba de pensar en la pelota mientras bailaba y zumbaba; en su imaginación la veía cada vez más hermosa. Así pasaron algunos años y aquello se convirtió en un viejo amor.

      

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    Hans Christian Andersen

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