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- Pero en el segundo rellano vi en el suelo muchos dedos muertos. - ¡Eres un necio!. No eran sino escorzoneras. - Pues en el tercero había un montón de calaveras. - ¡Imbécil!. Eran repollos. - En el cuarto, unos peces se freían en una sartén. Al terminar de decir esto, comparecieron los peces, y se pusieron ellos mismos sobre la mesa. Y cuando hube subido al piso quinto, miré por el ojo de la cerradura y os vi a vos, padrino, con unos cuernos largos, largos. - ¡Cuidado! ¡Esto no es verdad!. El hombre se asustó y echó a correr. ¡Quién sabe lo que el padrino habría hecho con él!.
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