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Así lo hizo, y al probar el instrumento con la nueva pieza, el huesecillo se puso a cantar, con gran asombro del pastor: «Ay, amable pastorcillo que tocas con mi huesecillo. Mi hermano me ha matado y bajo este puente enterrado. El jabalí se llevaba y la princesa me robaba». «¡Vaya un cuerno prodigioso, que canta solo!», se dijo el pastor. «Voy a llevarlo al Señor Rey». No bien hubo llegado a presencia del Rey, el cuerno volvió a entonar su canción. El Rey, comprendiendo el sentido, mandó excavar la tierra debajo del puente y apareció el esqueleto entero del asesinado. El mal hermano no pudo negar el hecho. Lo cosieron en un saco y lo echaron al río para que muriera ahogado. Los huesos del muerto fueron depositados en el cementerio, en una hermosa sepultura, y allí reposan en santa paz.
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