Érase una vez un viejo zorro de nueve colas que, creyendo que su esposa le era infiel, quiso probarla. Tendióse debajo del banco y se quedó rígido, sin menear ningún miembro, como si hubiese muerto. Dama Zorra se encerró en su aposento, y su criada, ama Gata, se instaló en su cocina a guisar.
Al correr la voz de que el viejo zorro había estirado la pata, empezaron a acudir pretendientes. Oyó la doncella que alguien llamaba a la puerta de la calle; salió a abrir y se encontró frente a frente con un zorro joven, que le dijo:
- «Dama Gata, ¿en qué pensáis?. ¿Dormís o acaso veláis?».
Y respondió la gata:
- «Velando estoy, no durmiendo. ¿Queréis saber qué estoy haciendo?. Pues buena cerveza, con manteca al lado. ¿No desea el señor ser mi invitado?».
- Muchas gracias, doncella -replicó el zorro-. ¿Y qué hace dama Raposa?.
Y respondió la gata:
«Está en su aposento, toda hecha un lamento. Triste tiene el rostro, triste y lloroso porque se ha muerto su querido esposo».
- Decidle, doncella, que hay aquí un zorro joven que quisiera hacerle la corte.
- Bien, mi joven señor.
Y subió la Gata, trip-trap. Y llamó a la puerta, clip-clap.
-Señora Raposa, ¿estáis ahí?.
-Sí, Gatita, cierto que sí.
-Hay un pretendiente que os solicita.
-¿Es guapo o es feo?. Dímelo, Gatita.
- ¿Tiene también nueve hermosas colas pinceladas, como el señor Zorro, que en gloria esté?.
- ¡Oh, no! -respondió la gata-, tiene sólo una.
- Entonces no lo quiero.
Volvióse la gata a la puerta y despidió al pretendiente.
No tardaron en volver a llamar: era otro galán, que venía a solicitar a dama Raposa. Tenía éste dos colas, pero no logró más éxito que el primero. Y así fueron acudiendo otros, cada cual con una cola más que el anterior, y todos fueron despedidos, hasta que llegó, finalmente, uno que poseía nueve rabos, como el viejo señor Zorro. Al saberlo la viuda, dijo, alegre, a su doncella:
- «¡Ábreme las puertas de par en par, y el viejo zorro me vas a echar!».
Pero en cuanto se iba a celebrar la boda, saliendo el zorro viejo de debajo del banco, propinó un buen vapuleo a toda aquella chusma y los arrojó a la calle junto con dama Raposa.
Cuento segundo.
Habiendo muerto el viejo señor Zorro, presentóse el Lobo en calidad de pretendiente. Llamó a la puerta, y la Gata, doncella de dama Raposa, acudió a abrir. Saludóla el Lobo y le dijo:
- «Buenos días, señora Gatita. ¿Cómo estáis aquí tan solita?. ¿Qué guisáis que tan bueno parece?.