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Loco y ciego de rabia, el carretero arremetió contra todas las cosas, queriendo matar al pájaro, y así destruyó el horno y todos los enseres domésticos: espejos, bancos, la mesa e incluso las paredes de la casa, sin conseguir su objetivo. Por fin logró cogerlo con la mano y, entonces, dijo la mujer: - “¿Quieres que lo mate de un golpe?”. - “¡No!” gritó él. “Sería una muerte demasiado dulce. Ha de sufrir mucho más; ¡Me lo voy a tragar!”, y se lo tragó de un bocado. Pero el animal empezó a agitarse y aletear dentro de su cuerpo, y se le subió de nuevo a la boca; y, asomando la cabeza: - “¡Carretero, pagarás con la vida!” le repitió por última vez. Entonces el carretero, tendiendo el azadón a su mujer, le dijo: “¡Dale al pájaro en la boca!”. La mujer descargó el golpe, pero, errando la puntería, partió la cabeza a su marido, el cual se desplomó, muerto, mientras el gorrión escapaba volando.
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