El zorro la devolvió y le dijo al rey: - “Me has vuelto a engañar: ésta es la hija de un pastor de gansos. Dentro de ocho días volveré y como entonces no me des a tu hija, te irá muy mal”. Al rey le entró miedo y cuando volvió el zorro le dio a la princesa. - “¡Móntate en mi ruda cola, Hurleburlebutz!. ¡Vámonos!. ¡Al bosque!”. Entonces ella tuvo que marcharse montada en la cola del zorro, y cuando llegaron al lugar soleado le dijo a ella también: - “¡Bájate y quítame los piojos!”. Pero cuando el zorro le puso la cabeza en su regazo la princesa se echó a llorar y dijo: - “¡Yo que soy hija de un rey tengo que quitarle los piojos a un zorro!. ¡Si ahora estuviera en mi alcoba, podría ver mis flores en el jardín!”. Entonces el zorro vio que tenía a la verdadera novia, se transformó en el pequeño hombrecillo de pelo blanco, y aquél era ahora su marido y tuvo que vivir con él en una pequeña cabaña, hacerle la comida y coserle, y así se pasó una buena temporada. El hombrecillo, sin embargo, hacía cualquier cosa por ella. Una vez le dijo el hombrecillo: - “Me tengo que marchar, pero pronto llegarán volando tres palomas blancas, pasarán volando muy a ras del suelo. Coge la que esté en el medio y cuando la tengas córtale enseguida la cabeza, pero ten cuidado de no coger otra que no sea la del medio u ocurrirá una gran desgracia.” El hombrecillo se marchó. Y no pasó mucho tiempo hasta que, efectivamente, llegaron volando las tres palomas blancas. La princesa puso mucha atención, agarró la del medio, cogió un cuchillo v le cortó la cabeza. Pero en cuanto cayó al suelo apareció ante ella un joven y hermoso príncipe, y dijo: - “Un hada me encantó y me condenó a perder mi figura humana durante siete años, al cabo de los cuales, convertido en paloma, pasaría volando al lado de mi esposa entre otras dos palomas, y si ella no me atrapaba o si atrapaba a otra y yo me escapaba estaría todo perdido y ya no habría salvación para mí. Por eso te pedí que pusieras mucha atención, pues yo soy el hombrecillo canoso y tú mi esposa.” La princesa se quedó entonces muy complacida y se fueron juntos a casa del padre, y cuando éste murió heredaron su reino.
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