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Este reconoció a los hermanos de su mujer, uno dragón y el otro mosquetero, de modo que huyó para guarecerse; pero los dos hermanos lo persiguieron tan de cerca, que lo atraparon antes que pudiera alcanzar a salir. Le atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo dejaron muerto. La pobre mujer estaba casi tan muerta como su marido, y no tenía fuerzas para levantarse y abrazar a sus hermanos. Ocurrió que Barba Azul no tenía herederos, de modo que su esposa pasó a ser dueña de todos sus bienes. Empleó una parte en casar a su hermana Ana con un joven gentilhombre que la amaba desde hacía mucho tiempo; otra parte en comprar cargos de Capitán a sus dos hermanos; y el resto a casarse ella misma con un hombre muy correcto que la hizo olvidar los malos ratos pasados con Barba Azul. Moraleja: La curiosidad, teniendo sus encantos, a menudo se paga con penas y con llantos; a diario mil ejemplos se ven aparecer. Es, con perdón del sexo, placer harto menguado; no bien se experimenta cuando deja de ser; y el precio que se paga es siempre exagerado. Segunda moraleja: Por poco que tengamos buen sentido y del mundo conozcamos el tinglado, a las claras habremos advertido que esta historia es de un tiempo muy pasado; ya no existe un esposo tan terrible, ni capaz de pedir un imposible, aunque sea celoso, antojadizo. Junto a su esposa se le ve sumiso y cualquiera que sea de su barba el color, cuesta saber, de entre ambos, cuál es amo y señor.
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