Cierto gato, en poblado descontento, por mejorar sin duda su destino (que no sería gato de convento), pasó de ciudadano a campesino.
Metióse santamente dentro de una covacha, mas no lejos de un gran soto poblado de conejos. considere el lector piadosamente si el novel ermitaño probaría la yerba en todo el año.
Lo mejor de la caza devoraba, haciendo mil excesos; mas al fin, por el rastro que dejaba de plumas y de huesos, un cazador lo advierte; le persigue, arma trampas y redes con tal maña, que al instante consigue atrapar la carnívora alimaña.
Llégase el cazador al prisionero; quiere darle la muerte; el animal le dice: «Caballero, duélase de la suerte de un triste pobrecito, metido en la prisión, y sin delito.»
«¿Sin delito, me dices, cuando sé que tus uñas y tus dientes devoran infinitos inocentes?»
«Señor, eran conejos y perdices, y yo no hacía más, a fe de gato, que lo que ustedes hacen en el plato.