Y, haciéndose visible, entró en la sala gritando: - ¡No hay boda; el rey legítimo ha regresado!. Los reyes, príncipes y consejeros allí reunidos empezaron a escarnecerlo y burlarse de él; pero el muchacho, sin gastar muchas palabras, gritó: -¿Queréis marchamos o no?. Y, viendo que se aprestaban a sujetarlo y acometerle, desenvainando la espada, dijo: - ¡Todas las cabezas al suelo, menos la mía!. Y todas las cabezas rodaron por tierra, y entonces él, dueño de la situación, volvió a ser el rey de la montaña de oro.
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