Quiso el niño Cutufato divertirse con un gato; le ató piedras al pescuezo, y riéndose el impío desde lo alto de un cerezo lo echó al río.
Por la noche se acostó; todo el mundo se durmió, y entró a verlo un visitante el espectro de un amigo, que le dijo: ¡Hola! al instante ¡Ven conmigo!
Perdió el habla; ni un saludo Cutufato hacerle pudo. Tiritando y sin resuello se ocultó bajo la almohada; mas salió, de una tirada del cabello.
Resistido estaba el chico; pero el otro callandico, con la cola haciendo un nudo de una pierna lo amarró, y, ¡qué horror! casi desnudo lo arrastró.
Y voló con él al río, con un tiempo oscuro y frío, y colgándolo a manera de un ramito de cereza lo echó al agua horrenda y fiera de cabeza.
¡Oh! ¡qué grande se hizo el gato! ¡qué chiquito el Cutufato! ¡Y qué caro al bribonzuelo su barbarie le costó! Más fue un sueño, y en el suelo despertó.