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Aprendí de la abeja lo industrioso,
y de la hormiga, que en guardar se afana,
a pensar en el día de mañana.
Mi mastín, el hermoso
y fiel sin semejante,
de gratitud y lealtad constante
es el mejor modelo,
y si acierto a copiarle, me consuelo.
Si mi nupcial amor lecciones toma,
las encuentra en la cándida paloma.
la gallina a sus pollos abrigando
con sus piadosas alas como madre,
y las sencillas aves aun volando,
me prestan reglas para ser buen padre.
Sabia naturaleza, mi maestra,
lo malo y lo ridículo me muestra
para hacérmelo odioso.
Jamás hablo a las gentes
con aire grave, tono jactancioso,
pues saben los prudentes
que, lejos de ser sabio el que así hable,
será un búho solemne, despreciable.
Un hablar moderado,
un silencio oportuno
en mis conversaciones he guardado.
El hablador molesto e importuno
es digno de desprecio.
Quien escuche a la urraca será un necio.
A los que usan la fuerza y el engaño
para el ajeno daño,
y usurpan a los otros su derecho,
los debe aborrecer un noble pecho.
Únanse con los lobos en la caza,
con milanos y halcones,
con la maldita serpentina raza,
caterva de carnívoros ladrones.
Mas ¡qué dije! Los hombres tan malvados
ni aún merecen tener esos aliados.
No hay dañino animal tan peligroso
como el usurpador y el envidioso.
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