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    Portada::Ménú General::Cuentos y Fabulas::Fabulas Samaniego

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       El hombre y el fantasma. (1)
         
      

    Un joven licencioso
    se hallaba en un estado vergonzoso,
    con sus males secretos retirado;
    en soledad, doliente, exasperado,
    cavila, llora, canta, jura, reza,
    como quien ha perdido la cabeza.

    «¿Te falta la salud? Pues, caballero,
    de todo tu dinero,
    nobleza, juventud y poderío
    sábete que me río;
    rata de recobrarla, pues perdida,
    ¿De qué sirven los bienes de esta vida?»
    todo esto un fantasma le previno,
    y al instante se fue como se vino.

    El enfermo se cuida, se repone;
    un nuevo plan de vida se propone.
    en efecto, se casa.
    cércanle los cuidados de la casa,
    que se van aumentando de hora en hora.

    La mujer (Dios nos libre), gastadora
    aun mucho más que rica,
    los hijos y las deudas multiplica;
    de modo que el marido,
    más que nunca aburrido,
    se puso sobre un pie de economía,
    que estrechándola más de día en día,
    al fin se enriqueció con opulencia.

    El fantasma le dice: «En mi conciencia,
    que te veo amarillo como el oro;
    tienes tu corazón en el tesoro;
    miras sobre tu pecho acongojado
    el puñal del ladrón enarbolado;
    las noches pasas en mortal desvelo;
    ¿Y así quieres vivir?...¡Qué desconsuelo!»
    El hombre, como caso milagroso,
    se transformó de avaro en ambicioso.

    Llegó dentro de poco a la privanza:
    ¡El señor don Dinero qué no alcanza!
    El fantasma le muestra claramente
    un falso confidente:
    cien traidores amigos,
    que quieren ser autores y testigos
    de su pronta caída.

    Resuélvese a dejar aquella vida,
    y ya desengañado,
    en los campos se mira retirado.

      

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