Trampas, redes y perros los celosos pastores disponían en lo oculto del bosque y de los cerros, porque matar querían a un lobo por el bárbaro delito de no dejar a vida ni un cabrito.
Hallóse cara a cara un mastín con el lobo de repente, y cada cual se para, tal como en Zama estaban frente a frente, antes de la batalla, muy serenos Aníbal y Scipión, ni más ni menos.
En esta suspensión, treguas propone el lobo a su enemigo. el mastín no se opone, antes le dice: «Amigo, es cosa bien extraña, por mi vida, meterse un señor lobo a cabricida.
Ese cuerpo brioso y de pujanza fuerte, que mate al jabalí, que venza al oso.
Mas ¿qué dirán al verte que lo valiente y fiero empleas en la sangre de un cordero?»
El lobo le responde: «Camarada, tienes mucha razón; en adelante propongo no comer sino ensalada.»
Se despiden y toman el portante. informados del hecho los pastores, se apuran y patean; agarran al mastín y le apalean.