El campesino venía hambriento y comía con buen apetito, pero Nicolás no hacía sino pensar en aquel suculento asado, el pescado y el pastel escondidos en el horno. Debajo de la mesa había dejado el saco con la piel de caballo; ya sabemos que iba a la ciudad para venderla. Como las papillas se le atragantaban, oprimió el saco con el pie, y la piel seca produjo un chasquido. -¡Chit! -dijo Colás al saco, al mismo tiempo que volvía a pisarlo y producía un chasquido más ruidoso que el primero. -¡Oye! ¿Qué llevas en el saco? -preguntó el dueño de la casa. -Nada, es un brujo -respondió el otro-. Dice que no tenemos por qué comer papillas, con la carne asada, el pescado y el pastel que hay en el horno. -¿Qué dices? -exclamó el campesino, corriendo a abrir el horno, donde aparecieron todas las apetitosas viandas que la mujer había ocultado, pero que él supuso que estaban allí por obra del brujo. La mujer no se atrevió a abrir la boca; trajo los manjares a la mesa y los dos hombres se regalaron con el pescado, el asado y el dulce. Entonces Colás volvió a oprimir el saco y la piel crujió de nuevo. -¿Qué dice ahora? -preguntó el campesino. -Dice -respondió el muy pícaro- que también ha hecho salir tres botellas de vino para nosotros; y que están en aquel rincón, al lado del horno. La mujer no tuvo más remedio que sacar el vino que había escondido, y el labrador bebió y se puso alegre. ¡Qué no hubiera dado por tener un brujo como el que Colás guardaba en su saco! -¿Es capaz de hacer salir al diablo? -preguntó-. Me gustaría verlo, ahora que estoy alegre. -¡Claro que sí! -replicó Colás-. Mi brujo hace cuanto le pido. ¿Verdad? -preguntó pisando el saco y produciendo otro crujido-. ¿Oyes? Ha dicho que sí. Pero el diablo es muy feo; será mejor que no lo veas. -No le tengo miedo. ¿Cómo crees que es? -Pues se parece mucho a un sacristán. -¡Uf! -exclamó el campesino-. ¡Sí que es feo! ¿Sabes?, una cosa que no puedo sufrir es ver a un sacristán. Pero no importa. Sabiendo que es el diablo, lo podré tolerar por una vez. Hoy me siento con ánimos; con tal que no se me acerque demasiado... -Como quieras, se lo pediré al brujo -dijo Colás, y pisando el saco aplicó contra él la oreja. -¿Qué dice? -Dice que abras aquella arca y verás al diablo; está dentro acurrucado.
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