- Pero, ¿qué le dijiste a la puerta de la iglesia?. - ¿A la puerta de la iglesia?, replicó ella. Yo no hablo con las puertas de las iglesias. - Entonces tú no eres la novia verdadera. Salió ella y preguntó furiosa a la doncella Maleen: - Desvergonzada, ¿qué dijiste a la puerta de la iglesia?. - Sólo esto: «Puerta del templo, no te quiebres, yo no soy la novia verdadera». - ¡Lo pagarás con la cabeza!, exclamó la novia, fuera de sí por la rabia; y, corriendo al aposento, dijo: - Ya sé lo que dije a la puerta de la iglesia, y repitió las palabras de la princesa. - Pero, ¿dónde tienes la alhaja que te di en la puerta de la iglesia?. - ¿Qué alhaja?, preguntó ella. No me diste ninguna. - Yo mismo te la puse en el cuello; si no lo sabes, es que no eres la novia verdadera. Apartóle el velo del rostro y al ver su extrema fealdad, retrocediendo asustado exclamó: - ¿Cómo has venido aquí?. ¿Quién eres?. - Soy tu prometida, y he tenido miedo de que la gente se burlase de mí si me presentaba en público, y mandé a la fregona que se pusiera mis vestidos y fuese a la iglesia en mi lugar. - ¿Y dónde está esa muchacha?, dijo él. Quiero verla. ¡Ve a buscarla!. Salió ella y dijo a los criados que la fregona era una embustera, y les dio orden de que la bajasen al patio y le cortasen la cabeza. Sujetáronla los criados, y ya se disponían a llevársela, cuando ella prorrumpió en gritos de auxilio, y el príncipe, oyéndolos, salió de su habitación y ordenó que la dejasen en libertad. Trajeron luces, y el príncipe vio que llevaba en el cuello el collar que le había dado en la puerta de la iglesia. - Tú eres la auténtica novia, exclamó, la que estuviste conmigo en la iglesia. Ven a mi cuarto. Y, cuando estuvieron solos, le dijo: - En la entrada de la iglesia pronunciaste el nombre de la doncella Maleen, que fue mi amada y prometida. Si lo creyera posible, diría que la tengo ante mí, pues tú te pareces a ella en todo. Respondió ella: - Yo soy la doncella Maleen, que por ti vivió siete años encerrada en una mazmorra tenebrosa; por ti he sufrido hambre y sed, y he vivido hasta ahora pobre y miserable; pero hoy vuelve a brillar el sol para mí. Contigo me han unido en la iglesia, y soy tu legítima esposa. Y se besaron y fueron ya felices todo el resto de su vida. La falsa novia fue decapitada en castigo de su maldad. La torre que había servido de prisión a la doncella Maleen permaneció en pie mucho tiempo todavía, y, cuando los niños pasaban por delante de ella, cantaban: «Cling, clang, corre. ¿Quién hay en esa torre?. Pues hay una princesa encerrada y presa. No ceden sus muros, recios son y duros. Juanillo colorado, no me has alcanzado».
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