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Entre mil palmas no hay talle más galano, ni azucena en todo el valle cual su mano. No oirás de su voz divina la dulzura, ni el ruiseñor que trina, ni el raudal que murmura. Aprende el aura a ser leve de su planta, y, para formar con nieve su garganta. le dió el cisne el atavío de su pluma, lumbre la aurora, y el río su plata, cristal y espuma. -No sigas más la inconstante mariposa, enamorada y errante niña hermosa, que al fin vendrá a ser cautiva de tu llama, si aun amorosa, aunque esquiva, la luz de los cielos ama. Y aunque aspira de mil flores la fragancia, no imites en tus amores su inconstancia; que al fin de tanto vagar, suele, hermosa, entre las flores hallar la yerba más venenosa. Imita sólo su vuelo, pues serena, jamás, niña toca el cielo, ni la arena. Quien se humilla o sin razón subir quiere, muere a manos de un halcón si a las de un áspid no muere. Mas ¡ay! que vas en pos de ella vagarosa, sin escuchar mi querella, niña hermosa. Sigues con presteza tanta tu contento, que así encomiendas tu planta, como mi súplica, al viento.-
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