A una mona muy taimada dijo un día cierta urraca: «Si vinieras, a mi casa ¡cuántas cosas te enseñara!
Tú bien sabes con qué maña robo y guardo mil alhajas. Ven; si quieres, y veraslas escondidas tras de un arca.
La otra dijo: Vaya en gracia. Y al paraje le acompaña.
Fue sacando doña Urraca una liga colorada, un tontillo de casaca, una hebilla, dos medallas, la contera de una espada, medio peine, y una vaina de tijeras; una gasa, un mal cabo de navaja, tres clavijas de guitarra, y otras muchas zarandajas.
¿Qué tal? dijo. Vaya, hermana; ¿No me envidia? ¿No se pasma? A fe que otra de mi casta en riqueza no me iguala.