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Aunque renieguen de mí los críticos con que trato, para darles un mal rato, en otra fábula aquí tengo que hacer su retrato. Estando, pues, un trapero revolviendo un basurero, ladrábanle (como suelen cuando tales hombres huelen) dos parientes del Cerbero. Y díjoles un lebrel: Dejad a ese perillán, que sabe quitar la piel cuando encuentra muerto un can, y cuando vivo, huye de él.
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